Hungría concluye su presidencia europea con intentos de sembrar discrepancias en la respuesta a Putin | Internacional | EL PAÍS
Nadie en Bruselas, ni en muchas otras capitales europeas, oculta su alivio ante la inminente conclusión de la presidencia húngara del Consejo de la UE, que finaliza este 31 de diciembre. Y, a pesar de ello, el semestre húngaro no ha resultado tan devastador como muchos temían tras su provocador inicio, marcado por una visita unilateral del primer ministro húngaro, Víktor Orbán, a Moscú. Esta acción fue rápidamente censurada por los principales líderes europeos, quienes observaron con consternación cómo Budapest intentaba socavar, de manera acelerada y precipitada, la cohesión europea en su postura contra Vladímir Putin.
A pesar de su controvertida gestión, Budapest ha logrado, al término de un mandato oficialmente de arbitraje de los Veintisiete como mediador honesto, pero que permite muchas piruetas propias —que el nacionalpopulista Orbán ha ejercido con gusto y en abierto desafío a Bruselas—, sumar algunos logros comunitarios importantes y hasta sorprendentes, en vista de lo poco o nada que se esperaba de estos seis meses húngaros al frente del Consejo de la UE.
Lo reconocía la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, una de las figuras europeas más críticas con Orbán, al término de la última cumbre de jefes de Estado y de Gobierno europeos del año —y bajo mandato húngaro— en Bruselas, el 19 de diciembre.